Sé que te irás con abril
para anidar el calor
de otros brazos que te arrullen.
Abriré en mi alfombra azul
las huellas de tu destino
para endulzar en mis sueños
el oporto de tu viña…
Que el oporto sea de besos
de tu boca que enloquece
dulce fresa que madura
en mis sueños y en mi piel
y en el borde de tu vientre
de mis labios el panal
donde la miel de tus besos
sude en mi pecho delirios .

Brindaré esta noche con vino
de uva fresca y plenilunio,
con fécula de universo
engendrando luz de luna
de noches de primavera…
Para que nunca me olvides
en tus laurele y olivos
dejaré versos plasmados
de mis penas y mis cuitas
oliendo a prosa en el limbo
de tus sábanas mojadas
perfumadas de azahares
y simiente inmaculada
de la flora clandestina…
Después callaré para amarte
en la quietud del silencio…

Ricardo Flores Joya

Mi imaginación nocturna se entremezcló con un sueño profundo y las imágenes comenzaron a rodar de tal manera que recordé todo al despertar cual película recién vista. Fue una sensación extraña, aun con cierto escalofrío recorriéndome la espina dorsal con sólo suponer, por un momento, que todo fuese una realidad por suceder.

Yo estaba allí, en medio de la penumbra, en aquella amplia habitación, extasiado en emoción suprema en tanto producía acordes sublimes con mi viejo violín. Las partituras estaban en mi mente luciendo como joyas nuevas, y yo, como perlas vírgenes, le desnudaba el alma entre nota y nota.

Mis pies danzaban al compás, con giros vertiginosos, como si la alfombra no existiese y el aire fuera mi carrusel. Brillos se desprendían de las cuerdas acaloradas en sentimientos para el alma, como bálsamo a la espera del sediento, como aroma florecido que perdura en la sustancia. Rosas amarillas al aire, con pétalos sueltos que embriagaban el sentido de la conciencia y entonces… No existía un hilo de tiempo ni distancia abierta ante mis ojos, las notas al éter me abrían camino, como puertas giratorias que apartaban secuencias de recuerdos que se unían a ellas y vivían fuera de mí.

En ese trance, yo no era yo. El marco de un cordel cercaba mi figura, protegía mi intimidad, tomaba mi propio vuelo con alas de seda blanca que pendían cual capa desplegada y que sustentaba mi acrobacia danzante. Me sentía feliz, pleno en mi propia naturaleza, colmado bajo el don del pentagrama que se reproducía hacía lo eterno, entonces…la luz llegaba y yo era parte del infinito.

La puerta se abrió, las ventanas fueron levantadas. La luminosidad lo abarcó todo, traspasó las hojas muertas de un almanaque y dejó ver la escena congelada llena de enigmas, de misterios escondidos debajo de un polvillo gris.
Los rumores decían que una tenue melodía se escuchaba por las noches, como un eco lejano; y que de vez en vez, destellos dorados serpenteaban fugazmente por las rendijas olvidadas.

La escena mostraba un paño de seda bordada en flores color dorado, un manojo de rosas amarillas marchitas en el capullo de su recuerdo, un extenso cordel trenzado, un largo collar de perlas nacaradas entrelazando a un violín refulgente a nuevo con dos cuerdas descarriladas. Ese detalle pasó desapercibido, la puerta y las ventanas se cerraron. Descubrí que soy un sueño olvidado de alguien que se fue sin mí.

(Del libro : PECADO PENDIENTE – ANTONIO PAPALIA -2019)

Cierto que me duele
el no sentir tu voz,
ni oler tu perfume,
que angustia da saber 
que estás muy lejano
y no cerca de mi, y es
cuando mas te quiero.
Eres ese legado de amor
que a mi me llega toda
tu energía, y me satura
de mucha paz y sosiego.
Yo solo quisiera morir
en tus labios,con unos
eterno besos de amor,que
me dieran alas y volar
hasta tu dulce nido.
Desearía me dieras esa
alegría es tanto el dolor,
que hoy mi alma acoge,
por causas de un mal pensar.
Quiero estar a tu lado,
hasta el último momento
de mi aliento,aun sin vida
te seguiré siempre amando.
Te llevo en mi alma y cuerpo,
déjame volar hasta tu morada
para ser tu dulce amada,
lléname de rosas mi camino
como nunca nadie lo hizo,
solo tu eres mi amo y rey.
Sueño con volar y tus pies
besar,déjame una lista de
tus mares para que yo salte
sus aguas sin hundirme,
y ahogarme, solo déjame
amarte hasta morir en tus
brazos como una mariposa.

Maria Isabel Pérez Rivera

En solitaria ruina
donde el recuerdo se encierra
de aquella cruenta guerra
que tanto al dolor inclina,
se oyó una voz peregrina
que con dulcísimo acento,
mezcla de triste lamento
y de profético canto,
gozo infundía y quebranto
en un mismo sentimiento:

—No llores más, Patria mía,
levanta la noble frente
y mira el sol refulgente
de un nuevo y hermoso día.
La densa nube sombría
que un tiempo extendió su velo
de muerte sobre tu suelo
se va fugaz disipando
espacio libre dejando
al resplandor de tu cielo.

Los hechos de alta memoria
que tu gran valor aclama,
los eterniza la fama
en los fastos de la Historia.
Tuya es ¡oh Patria! la gloria
de aquella lucha tremenda
cuando en desigual contienda
el más sublime heroísmo
en aras del patriotismo
te dio su mejor ofrenda.

De luto y sangre cubierto
quedó tu inmenso cariño;
lloró sin padres el niño,
el hogar se vio desierto.
Entonces el hado incierto,
viéndote postrada, inerte,
al azar puso tu suerte
y te anubló de tal modo
que en torno tuyo fue todo
envuelto en sombras de muerte.

Y mientras todo lo acalla
el peso de tanta pena,
dice una voz que resuena
en los campos de batalla:
—Aquí estuvo la muralla
de Curupayty famoso,
donde mostró poderoso
su ardimiento el paraguayo
y envió la gloria un rayo
de su cetro esplendoroso.

Allí Humaitá renombrado
muestra su ruina altiva
como un espectro que aviva
el sufrimiento pasado
Allí el valiente soldado,
de pie sobre la trinchera,
entre la metralla fiera
de su valor hizo alarde,
cayendo muerto más tarde
envuelto con su bandera.

Acullá de Tuyutí
la lucha sangrienta fue,
allí la de Tuyucué,
más allá la de Tayí,
lugar donde al frenesí
alzóse el bélico ardor,
cuando en un leño el valor,
con fiera arrogancia ignota,
abordó la férrea flota
del ejército invasor.

En fin, la lucha fue tanta
que no hay pedazo de tierra
donde la sangrienta guerra
no haya posado su planta,
y encendió la llama santa
del patrio amor tal vehemencia
que en la heroica resistencia,
antes que verla rendida,
se sacrificó la vida
por la sacra independencia.

—Así la fama pregona
con su trompa resonante
tu augusto nombre radiante
volando de zona a zona,
y te ciñe una corona
la diosa de la Victoria
para que diga la Historia
que la paraguaya tierra,
si ha sucumbido en la guerra,
se ha levantado en la gloria.

No llores más, Patria mía,
enjuga el llanto, no llores,
y mira los resplandores
de un nuevo y hermoso día.
La Paz que en grata armonía
alegra y anima el mundo,
sobre tu suelo fecundo
extiende su inmenso manto
y torna en alegre canto
tu sentimiento profundo.

Patria donde soberana
la Naturaleza quiso
colocar el paraíso
de la tierra americana,
voluptuosa sultana
que corona su cabeza
con la tropical belleza
entre dos gigantes ríos,
flores y bosques sombríos,
durmiendo está su grandeza;

Tierra que protege y mima
la providente Natura
con la pompa y galanura
del más benéfico clima,
y en donde el amor se anima
con tiernísima ansiedad
mimado por la beldad,
las virtudes y placeres
que le brindan sus mujeres
de incomparable bondad;

Yo que tu bien vaticino,
en lo futuro te veo
más grande que mi deseo
en el cerro del Destino,
y por radiante camino
marchas ovante y segura
al celo de la ventura
que en el porvenir se expande,
ventura grande, tan grande
como lo fue tu amargura.

Así dijo entre la sombra
de la ruina en que se asila
la paraguaya sibila
que las patrias glorias nombra.
Por la solitaria alfombra
de la arboleda sombría,
como lejana armonía
el eco se fue perdiendo,
dulcemente repitiendo
¡No llores más, Patria mía!

Victorino Abente y Lago

Victorino Abente y Lago

Y, entonces vuelves a casa

y cierras la puerta detrás de ti lentamente,

mordiéndote las ganas de dormir fuera

porque sabes desde el rellano que en eso momento,

el mundo va a decidir duplicar su peso,

el oxígeno hacerse denso

y las rosas perder su razón de ser,

otra vez.

 

Es como que la magia se apaga ahí,

en el alféizar de la calle veintitrés,

que las risas se quedan enlatadas,

en aquella botella rota en el suelo

y los buenos momentos

permanecen encerrados en fotografías.

 

Y ya no te sientes gigante,

sino la palabra incorrecta dicha

en el momento que podía haber sido adecuado,

pero que no lo fue.

 

Se humedecen tus ojos,

sientes frío,

estás en pleno junio

y hace medio segundo gritabas

como todo podía estar tan sincronizado

perdiéndote en alguna nueva mirada.

 

Pero te encuentras a ti mismo,

a las tres y media,

escribiendo una carta

que no mandarás

a una persona que te difuminó en febrero,

hablándote de versos a la mitad,

de pretextos y de amor,

ese último con el que jamás supiste que hacer.

 

Celia Lozano Pérez

Píntame De Pasajeros Sueños

Vuelve aunque sea en pasajeros sueños
porta en tus alforjas pinceles y acuarelas.
Pinta el cielo de infinitos azules intensos,
con el llanto de mis tristes pensamientos
Vuelve a mis espejos de cantaros turquesas.
Rotos por el destino de amores inciertos.

Aunque los ecos de las voces, me arañen,
y el murmullo de los hombres nos condenen.
A pesar de que el dedo de Dios me señala
y enojado se levante con soberbia majestuosa

Vuelve como nube apresurada en los sueños,
de las estrellas caídas en mis cielos nocturnos.
Desafía la belleza de la media luna enamorada.
Corre de prisa entre los bosque de tréboles.
De duendes desnudos, asustados, huidizos.
[5:29:51] luz dary roxanne Meller: Y hazlos trepar los fríos muros,
de mi alta prisión de marfil.
Trepa amor de prisa, que tus uñas sean garras
Clávalas señor, en las grises piedras del miedo.

Pintando sobre mí piel paisajes de ensueños.
Sé mi sosiego, amoroso y devuélveme la calma.
Yo seré tu lienzo lavado en arenas blancas.
Dibújame sonrisas, bórrame todas las agonías

Se nuevamente mi Rey de mármol en el prado.
Pinta de mil fantasías los muros de tu morada
ondula tu pincel y enciéndeme los rubíes rojos.
Con el fuego más intenso, borra las sombras.
Limpia del bosquejo todas las penas de mi cielo.

Mi alma tiene frío, caliéntala en tus tibias manos.
Extraño tus pinturas tan intensas recorriéndome
con tu pincel manchando el tenue blanco de la piel.
Cúrame las llagas, lava de mi amor las angustias
de tantas noches de heladas ausencias.
Dibuja mi flor muy suavemente, detente en cada pétalo
sin prisa recórreme toda con tus brochas
[5:30:16] luz dary roxanne Meller: Muy despacio saboréame los valles y las montañas
Dibuja sobre mi vientre una playa de besos
y panales de dulce, jalea dorada y espesa miel.
Tu mano reconoce tu oficio, hazme dibujos de oro
Aduéñate con tu obra de todos mis locos deseos,
de todas mis amantes miradas…

La dulce boca que a gustar convida
un humor entre perlas destilado,
y a no invidiar aquel licor sagrado
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,

¡amantes! no toquéis si queréis vida:
porque entre un labio y otro colorado
Amor está de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.

No os engañen las rosas que al Aurora
diréis que aljofaradas y olorosas
se le cayeron del purpúreo seno.

Manzanas son de Tántalo y no rosas,
que después huyen dél que incitan ahora
y sólo del Amor queda el veneno.

Es la mujer del hombre lo más bueno,
y locura decir que lo más malo,
su vida suele ser y su regalo,
su muerte suele ser y su veneno.

Cielo a los ojos cándido y sereno,
que muchas veces al infierno igualo,
por raro al mundo su valor señalo
por falso al hombre su rigor condeno.

Ella nos da su sangre, ella nos cría,
no ha hecho el cielo cosa más ingrata;
es un ángel, y a veces una arpía.

Quiere, aborrece, trata bien, maltrata,
y es la mujer, al fin, como sangría,
que a veces da salud y a veces mata.

Tres cosas me tienen preso
de amores el corazón,
la bella Inés, el jamón
y berenjenas con queso.

Esta Inés (amantes) es
quien tuvo en mí tal poder,
que me hizo aborrecer
todo lo que no era Inés.

Trájome un año sin seso,
hasta que en una ocasión
me dio a merendar jamón
y berenjenas con queso.

Fue de Inés la primer palma,
pero ya júzgase mal
entre todos ellos cuál
tiene más parte en mi alma.

En gusto, medida y peso
no le hallo distinción,
ya quiero Inés, ya jamón,
ya berenjenas con queso.

Alega Inés su beldad,
el jamón que es de Aracena,
el queso y berenjena
la española antigüedad.

Y está tan en fil el peso
que juzgado sin pasión
todo es uno, Inés, jamón,
y berenjenas con queso.

A lo menos este trato
de estos mis nuevos amores,
hará que Inés sus favores,
me los venda más barato.

Pues tendrá por contrapeso
si no hiciere razón,
una lonja de jamón
y berenjenas con queso.

Como agua bendita,
como santo rocío tras la noche de fiebre
lava el alma esta música con su perdón sincero,
fluyente arquitectura que en el aire vertebra
la ilusión de otra vida
salvada ya para gozar la gloria
de un magnánimo dios.

De lo terrestre naces,
del metal y la cuerda, de la madera noble,
de la humana garganta
que estremecida afirma la hora suya en el mundo;
y sin embargo vuelas, gratitud hecha música,
evanescente espíritu
que en el viento construyes tu perdurable reino.

Si algún eco de ti sonara en nuestra muerte…

En mitad de la muerte suenas hoy,
cadencioso milagro, pura ofrenda de fe
en honor de ese dios que no escucha tu ruego
o que escucha escondido, tras su silencio oscuro,
la demanda de luz con que el hombre lo abruma.

Y si no existe un dios,
¿quién inspira en tu canto tan cumplido consuelo,
extraña melodía de blasfema belleza
que a los hombres sugieres su condición divina,
para qué sordo oído
—cuando sea ya el nuestro desmemoria en el polvo—,
en mitad de la muerte, orgullosa plegaria emocionada,
celebras esa frágil plenitud
de no sé qué verano o qué huérfana espuma
feliz
de aquella ola
que en la mañana fuimos?

A Carlos Marzal y Felipe Benítez