Hemos cruzado todos los caminos
desnudos sobre el lecho,
atados a cuadernos minerales
que frotan la raíz de la existencia.
Tu joven crisantemo
fue robando mis estatuas
y nos marcó la noche
con muertos y ladridos ciegos
con voces y distancias nulas
sepultando la sal en tus entrañas.
¡Oh cuerpo desterrado!
¡Oh pulpa inaccesiblemente ágil!
Qué fuego, qué roca, qué luz,
qué prisión desenterrada
consume la epidermis de tu néctar
y viaja al corazón de los azules?
Qué brote se aproxima a las aceras
y quiebra los cristales
con rápidas palabras,
con furia y con gemidos?
Un día nacerá al sur de tus dos senos
con noches derribadas
por lanzas y palomas contenidas
rozando mi presencia al norte de tu lecho
sin más resignación que la contienda.

Benjamín León

«Hay dolores que la justicia nunca calmará, pero ojaláhubiera siempre justicia»

Al este encontrarás el paraíso,
¡oh! muerto en el jardín de tantas muertes,
que tomas la inocencia y la conviertes
en lágrimas que el llanto no deshizo.

Sepulcro llano, sangre sobre el piso,
pacífico rival de manos fuertes,
que todo en el dolor callado inviertes
y arrastras las palomas sin permiso.

Excremento, mural para la furia,
indómito patrón siendo prostíbulo,
hay una calle blanca en tu memoria…

Verás perder la noche en tu penuria
y solo rezarás en el patíbulo,
como un cordero muerto, blanca escoria.

A las víctimas de abuso deshonesto

Benjamín León

Afuera el mundo gira sin contento,
la paz está bañada de revueltas,
la sangre nace y muere dando vueltas
y tiñe de dolor el son del viento.

Un grito es libertad en sufrimiento
Palomas: ¡De la muerte estáis envueltas!
Y caen sobre el parque desenvueltas
las trampas del politico en convento.

El hombre y la traición en armonía
gobiernan con palabras tan sonoras…
son besos con veneno del que besa.

Amor… esa palabra que existía.
Justicia ¿Por qué tanto te demoras?
Hay tanta libertad muriendo presa.

Benjamín León

Qué golpe milagroso calló sobre el destino
y ató nuestros senderos en pálidos dolores,
qué rayo de tu voz dejó muertos colores
perdiendo sus silencios al borde del camino.

Quizás se fue la edad en cada remolino
y toda salvación perdió sus resplandores
y fuimos noche ciega quemando sus temores,
bebiendo nuestra sed en sangre y luz de vino.

Mujer de gruta pura, dolor de mis sentidos,
no sé si la mañana vistió su desencanto
o fueron las raíces que el sol nos marchitaba.

No sé si en tu pincel huyeron los latidos
y todas las estrellas tardaron con su manto
negándote el amor que lejos yo te daba.

Benjamín León

Mi hermosa sabe que me es hermosa.
Que recopilo sus hombros y su boca.
Que callo su espalda como una fruta o un camino.
Que cuento su lengua como un túnel.
Que beso cada punto de su triangulo perfecto.
Que rezo su ombligo de inquieta legumbre.
Ella sabe que yo descifro sus dedos
como se descifra un signo ante la muerte
o como cede el cañaveral al fondo del verano.
Conoce de mis ojos su cintura,
la condena oculta en el despliegue de sus piernas
y la extinción donde es mi nido si los astros claman.
Mi hermosa peca mi cuerpo en gramos de azúcar.
Tarda mi hora a gemidos rojos.
Sopla mi nombre y guarda mi letra.
Mi hermosa no es hermosa si no es mi hermosa.
Turbia a mis dedos. Calla la sonora vereda
y crea un camino tupido, profundo y ágil
como nunca sabrán sus senos de otra noche.
Ella sabe del mar que sus ojos rompen,
que tengo pumas nobles y resueltos.
Araña mi pared de agua o piedra,
surca la ventana como una golondrina de almíbar.
Gira como un reloj de violines púbicos.
Ríe mi hermosa, como las hermosas
y lleva en su nocturna savia, naranja poseída,
el laberinto acuoso del vaivén en su hermosura.

Benjamín León

       I

Las calles han caído tras los perros
óyelos ladrar entusiasmados,
al fondo del entusiasmo, al final de la derrota.
El trapo abanderado en las estrellas
flamea su color de sangre y mar
—ola aconsejada por la audacia de los peces—
como un sueño de tanques y claveles
que anuncian sus jardines amarillos.
Un niño muere tras las piedras,
un hombre se enternece tras los muros
y caen las mujeres como lana enceguecida,
como madres de vientres vagos
en busca de sus hijos moribundos
al final del arco iris
donde Marilyn y Elvis se hacen el amor.
Después de la colina salen brotes
con las últimas fronteras ajustadas,
y Dios se limpia las legañas
al tiempo que las rosas cantan por Irak.

       II

Estos tambores muertos resucitan
y dejan los balcones encendidos y finales,
cansados de lamentos,
tendidos en el parque de la noche
donde la oscuridad abre sus rosas dispuestas por espinas.
La ráfaga del innombrable viento
aturde la canción en el desliz de la derrota
y corren lagartijas y pañuelos
como un escudo ante la muerte o la sílaba inconclusa
de la palabra amor que un hombre pronunciaba.
El polvo se ventila, la risa del cañon se eleva
y las mariposas se estremecen en el parque
con las últimas pulsaciones de un corazón tendido
que busca entre los niños al dueño de su sangre.

       III

Esta ramera triste que no llora,
este desierto de lagos amarillos e infernales,
esta salvación de estrellas secuestradas
son un jardín de intensas bocas
que gritan los contrastes de la noche
así como gritaría Dios si le doliera.
Se ahorcan las manzanas en cajones
donde toda podredumbre se parece a la palabra justo
y más abajo, en medio de una escalera
las piernas temblorosas de una niña
recuerdan que fue anoche el beso de su madre.

       IV

Déjeme este niño salpicar la guerra,
déjeme su voz de ausentes madres,
de lejanos pechos donde canta el polvo
y quede su dolor dormido en las metrallas
donde el hombre enciende un tiempo
contando incontinencias de bondad.
Cállese este niño tras la noche,
duerma el sol su llanto en las arenas
y dejen las luciérnagas su brillo tenebroso.

Benjamín León

Renace, mece y nace, copa de olvido, puma,
señor de plata airada saltando roca a roca.
Cabalga, voz salina, cruje, trilla, voz furia.
Saluda la cintura más grácil de la tierra
y vuelve en tu ritual de pétalos con rabia.

Desprende tu ceniza fugaz que no se doma,
tu clara abreviatura donde el viento relincha
y surgen los poetas, relámpago de luna.

Construye la cadena de todas las distancias,
nocturno segador del trigo en las caletas.
Amasa las paredes dinámicas del agua
y esculpe con tu voz al tiempo en dictadura.

Marisco puro, pez, arena descifrada,
en ti todos los días caen como lancetas,
como pequeños mundos cuando el fuego no quema
y sólo quedan ojos mirando entre tu savia.

Renace, mece y nace, copa de nácar, pluma,
enciende la verdad más clara con tu barca,
que sólo entre el azul se labran las mareas
y sólo entre tu azul yo soy como las algas.

Benjamín León

Llega y llega gentil domadora del agua,
abre tu flor descalza, despierta los cristales,
enciende los arrullos de beso en beso al piso.
Cae señora líquida, dama de velo húmedo,
luciérnaga de gotas y fuego emancipado.

Prende los digitales murmullos del invierno.
Despierta los cerrados párpados de las nubes.
Reparte los melódicos violines en caída.
Tu aire de latido con máscara de lágrima
es la nostalgia clara, el ruego del poeta
y el asilo de toda la mismísima tierra.

Yo te canto y te canto, espada de cristal,
refugio del mar tímido, hoja recién brotada.
En ti el amanecer es cubierto de plata
rayando desde el viento la habitación del aire.

Vuelve campana oscura, flor celeste, crisálida,
hija de los rosales en virtud de la estrella.
Entrégame en la boca el beso de tu canto
y dame gota a gota tu voz recién nacida.

Benjamín León

Galopa, galopa, corcel de espuma aérea
relincha con tu canto de hojas
con tu fruto de manos y nubes
y tu paladar de lluvias y flores.
Tu vientre con sombra eterna
va hiriendo el día y luego la noche.
no descansa las manos ni el sueño

Tienes aroma de agua y tormenta
sabor de harina y costa ciega.
Golpeas la hondura de los hombres
y caes como golpe de espada en árboles,
y sigues elevándote, cometa de nada,
gentil ruiseñor sin silencios,
con alas de vidrio otoñal
con furia de fruta de invierno.

¿Quién detiene tu paso oscuro en la noche?
¿Quién te enfrenta cuando atacas el crepúsculo?

Enciendes tu llama de aire eterno,
tu diente de sable lunar que gira y gira
y todo te teme en tu avanzar oscuro
en tu susurro de amor y muerte
y en tu pastar de muros caídos.

La tierra te atrapa con las manos abiertas    
los árboles desgranan sus ramas
el pescador enciende los remos y huye
y el poeta te canta en su silencio:
«Galopa, galopa corcel de espuma aérea
relincha con tu canto de hojas
y nace desde el sueño del mundo
donde mi canto es tu voz volviendo»

Benjamín León

La tierra prometida fue la infancia
el beso claro, beso de fin puro,
ropaje enternecido de la estancia
buscando cimentar su breve muro.

Del nido era el amor en toda instancia
el único pincel frente a lo oscuro
dejando su color y su fragancia,
su traje resguardado en lo seguro.

Y fue de copa en copa así la vida
bebiendo la inocencia de los años,
mirando el verde campo florecido.

Se fue, mas no llegó la despedida
su brote, su camino en los peldaños
llevó por cada frente lo vivido.

Benjamín León