Archivo de la categoría: Efrain Huerta

JAIME SABINES

Jaime ya no puede con la Muerte:
La de su padre el Mayor,
La de Doña Luz
(«Me ha dejado triste,
tirado todo el día sobre mis sueños»)
Y ahora los veintidós años muertos
De Jaimito

Jaime ya no puede con la Muerte

Ahora Jaime-Tigre-Poeta
Debe poder hasta la muerte con la Vida

26 de junio de 1969

Efraín Huerta

LA SUSODICHA

No hago nada esta tarde
sino pensar —y es mucho— en la dicha.
Nada sino pensar en una hija llamada Dicha,
en una amante Dicha nombrada.
Ésta sería alta y soberbia como dicen
los poetas que es o debe ser la dicha,
la dicha en general y en especial
la dicha en que hoy, abrileñamente,
pienso y pienso y pienso —y no exagero
si repito creer en que la dicha existe.
Es palpable como esta manzana roja,
este pan dorado, este salero,
aquella joven en sus dichosos quince años,
un poema de Emily Dickinson,
los enormes ojos y la terrible boca
de mi enfermita Susan Sontag
—y una carta muy breve de Alma.

La dicha (la susodicha), digo dichosamente,
es toda o casi toda la vida
y todo el amor ganado y perdido
(«…si como dicen es cierto
que vives dichosa sin mí…»)
y todo lo que se quiera y se pueda.

Pero ¿qué demonios quiere decir la suso?

¿Y por qué no mejor la sexodicha?

Efraín Huerta

LÍNEA DEL ALBA

        III

Tienes la frente al alba:
ella cuenta los poros de tu cuerpo,
en laderas del sueño,
con los hombros quemados.

En el alba se vierte la costumbre del alma,
se agita el pulso del deseo
como si fuera un ciervo
duramente alanceado
con agujas de bronce
o pestañas de vírgenes.

Tienes la frente al alba
y pedazos de niebla
volando de tus senos
a mis manos.

Efraín Huerta

ESA SONRISA

Si de un vuelo la esencia iluminase
esta celda que a tientas desconozco,
si de un frágil destello, de una brisa
juvenil o poema, en breves pétalos,
descendiese tu vida; si a mi vida

una virtud le diera buena suerte,
expresaría el poema, la bondad
de tu sereno gesto al apoyarse
tus alas, tu sonrisa y tu belleza
en el clavel de fiebre de mi alma.

Pues tu sonrisa leve manifiesta
una resuelta forma de animar,
de dar ágiles signos, no al sollozo
en que todo se pierde, sino al beso
de impecable factura, de dominio.

Si la sonrisa es nido, el beso es sueño
de virginal angustia y melodía.
Si un día tus pies besé desesperado,
fue tan solo por darme la delicia
de alzar los ojos y mirar al cielo.

Al cielo de tus ojos y tu frente,
al inquietante cielo donde vuelos
de pensamientos gimen, donde una
y otra vez me dedico a descubrir
la desolada nube de mi amor.

Es mejor hablar claro y no decir
que se siente la angustia por sistema.
Es mejor que te diga: No me olvides,
y si me olvidas dame, de tu boca
la fría miseria del final, la muerte.

Pero nada dirás, lo estoy sabiendo,
cuando en dulces instantes como flores,
vienes de nuevo a mí, y en tu sonrisa
aprendo la lección definitiva:
el alba temblorosa de tu boca.

15 de junio de 1943

Efraín Huerta

NOCTURNO DEL MISSISSIPPI

En estos precisos momentos todo momento es bello. Por ejemplo:
que los jóvenes negros se amen a la orilla del río,
bajo el ruinoso techo del Eads Bridge,
y que su risa sea del color de la carne y de su espesa piel.
Que se amen larga y  estrechamente al amparo del cielo,
como se aman lodos los que aman,
y que sus besos sean el pequeño prodigio del vuelo en la paloma.

Que el río solloce y siga su camino hacia el mar
y los jóvenes negros sean sus propias estatuas.
Que la pequeña negra maldiga de su sombra
y el negro, entonces, la desnude.
Que una paloma muerta quede ahí, hecha cenizas,
y el amor resucite a la orilla del alba.
Que los jóvenes negros sean la negra ternura,
el más amargo y doloroso amor,
y que el llanto del  río, llanto de sucios ojos,
prosiga su infinito morir bajo la tibia luna.

Efraín Huerta