«Que difícil es morir
cuando acecha el roce de la muerte»
La añoranza del ayer
se hace pesada,
como la lápida
que no te deja salir
de tu tumba,
reposas protegida
de la luz del sol
y oculta de la mansa lluvia
como del llanto de la luna,
que arroja sus lágrimas
convertidas en polvo de dolor.
Te pienso y sufro,
te has ido con el siglo
y acariciarte como todas las noches
no será posible,
aunque la barrera la traspasa
en mis sueños
húmedos y de frenesí.
Tus ojos cristalinos y puros
como el agua,
no calmará mi hambre,
el recuerdo de ellos
me hace pensar
en lo que perdí,
perdido me encuentro
en el laberinto
de la boca del miedo
sin saber a donde ir
y como calmar la sed de ti
Cuanto compartimos
en la entrega de la rosa,
clavando la espina de ternura
en nuestros corazones,
el injerto de la flor no se realizó,
cuantos planes desechos,
ante tu partida inesperada
al valle de la muerte,
entrada necesaria al paraíso.
Te fuiste sin avisar,
en mis brazos te encontrabas,
en la noche fría de negro porvenir,
ahora esta por venir
el recuerdo de ese día
y cierro la razón
ante el hecho consumado
de tu muerte.
Los puños sangrantes,
golpeando el viento
del destino negro
que nos separó,
sangre y carne
ha quedado enterrados
donde lo único vivo
es mi dolor.
No quiero pensar en invierno,
Lo siento como témpano
eterno de mis lamentos,
lucho para olvidarte
pero la daga se clava
más y más,
hasta que el injerto del metal,
haga surgir
La Flor De la Muerte.
Despierto de súbito
sudando de pavor me encuentro,
levanto la vista al cielo sonriendo,
todo fue un sueño
y a mi lado te encuentras
envuelta en los brazos
de mi amor.
Abro los ojos
Desmesuradamente,
muero al saber
que a mi lado
esta la señora muerte,
besando tu frente.
El Graso Grueso