¿Qué tienen tus ojos,
que en quietud sumergen,
como en lago azul, a quien te contempla?
El gesto sonriente
de amor, sin espasmos,
tus pómulos curvos con gracia tornean.
Tu mórbido seno
de recato ingente,
cual emblema airoso, que armónico ondea.
Tus labios redondos,
de rosado embrujo
que, a saciarse en mieles, con placer tanteas.
¿Qué tienen tus dientes,
que en curva se mecen
como embocadura de una grata escena?
¿Qué tiene tu lengua,
que acaricia amable
con su tono cálido de fragante estela?
¿Qué tienen tus pelos
de dorados tintes,
de indecible tacto y en cortas guedejas?
¿Qué tiene tu cuerpo,
que en perfume inundas
y el placer infundes de añorar tu ausencia?
¿Qué tienes tú, niña,
que, al estar contigo,
el alma se goza y azarosa tiembla?
Te observo en cautela
de alterar tu calma,
y el rubor te alumbre, y te sientas tensa
Ten por cierto, encanto,
que el mirar tu rostro
con fruición paciente algún alma desea.
¡Y el gozo impalpable,
de escuchar tus labios!.
¡Y el ansia imposible de sentirte cerca!
Francisco Croché de Acuña