Carne de begonias frías
en el surco de febrero,
policromada ignorancia
dime: ¿cómo te recuerdo?
¿Quieres que agarre en mis manos
tu ebanistico poliedro
y con voz muerta de frío
le diga cuánto te quiero?
Mira, mírame a los ojos,
mi sustantivo está abierto,
el estambre de mi piel
ya va enredando tu cuerpo.
Llega la ventisca fría
y un dromedario completo
aparece en el retablo
para asustar al invierno.
¿Dónde fue abierta la sangre?
¿con qué puñales el viento
dejó un estrago de siglos
en la amplitud de mi cuerpo?
¿Dónde fue abierta la sangre?
¿por qué yo sigo viviendo
en el pretal de un caballo
que va por el mundo? ¡Ciego!
Mi voz cayó en un respingo
en medio del campo muerto,
iba enferma bajo el sol
envuelta en suspiros huecos.
Amordazaste mi sed
y estrangulaste mis versos.
¡Que contratos de locura,
firmé por seguir viviendo!
Monopolio de granito,
espiración de recuerdo,
cantinela de paredes
en un gran salón abierto.
Has cogido la esperanza
para arrancarle los huesos
y con ellos enrejar
la mazmorra de mis versos.
Todo pasa, todo sigue,
el mundo… ¡insensato, necio!
toma caritas de niños
para endulzar pensamientos,
y la noche con azahares
en un lago de requiebros
llega y me roba el aroma
de los momentos mas tiernos.
Nadie pudo como tú
navegar en mi silencio,
las alas de muchas hadas
destrozé yo con mi viento.
Madera olorosa a pino,
novia bordando un pañuelo,
mente llena de caballos,
amazona entre los cedros.
Clava tus notas divinas
en esta angustia que siento,
aprisióname en tus brazos
para yo seguir viviendo.
Sin ti, la tierra es angustia
es un suspiro sediento,
que va rebotando en nubes
que desaparece el viento.
Humberto C. Garza