Árbol, que de Fileno y su adorada
velaste con tu sombra los amores,
jamás del can ardiente los rigores
dejen tu hermosa pompa marchitada.

Al saludar tu copa embovedada,
palpiten de placer los amadores,
y celosos frenéticos furores
nunca profanen tu mansión sagrada.

A Dios, árbol feliz, árbol amado:
para anunciar mi dicha al caminante
guarde aquesta inscripción tu tronco añoso.

Aquí moró el placer: aquí premiado
miró Fileno al fin su amor constante:
sensible amó, le amaron, fue dichoso.

José María Heredia

Hoja solitaria y mustia,
que de tu árbol arrancada,
por el viento arrebatada
triste murmurando vas,
¿do te diriges? —Lo ignoro,
de la encina que adornaba
este prado, y me apoyaba,
los restos mirando estás.

Bajo su sombra felice
las zagalas y pastores
cantaban, y sus amores
contenta escuchaba yo,
Nise; la joven más bella
que jamás ornó éste prado
tal vez pensando en su amado,
en el tronco se apoyó.

Mas contrastada la encina
por huracán inclemente
abatió su altiva frente
dejándose despojar.
Desde entonces cada día
raudo el viento me arrebata,
y aunque feroz me maltrata
ni aun oso quejarme de él.

Voy, de su impulso llevado
del valle a la selva umbrosa,
do van las hojas de rosa
y las hojas de laurel.

José María Heredia