¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí la sed,
hasta aquí el agua?

¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el aire,
hasta aquí el fuego?

¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el amor,
hasta aquí el odio?

¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el hombre,
hasta aquí no?

Sólo la esperanza tiene las rodillas nítidas.


Juan Gelman

Al que extraño es al viejo león del zoo,
siempre tomábamos café en el Bois de Boulogne,
me contaba sus aventuras en Rhodesía del Sur
pero mentía, era evidente que nunca se había movido del
Sahara.

De todos modos me encantaba su elegancia,
su manera de encogerse de hombros ante las pequeñeces
de la vida,
miraba a los franceses por la ventana del café
y decía «los idiotas hacen hijos».

Los dos o tres cazadores ingleses que se había comido
le provocaban malos recuerdos y aun melancolía,
“las cosas que hace uno para vivir» reflexionaba
mirándose la melena en el espejo del café.

Sí, lo extraño mucho,
nunca pagaba la consumición,
pero indicaba la propina a dejar
y los mozos lo saludaban con especial deferencia.

Nos despedíamos a la orilla del crepúsculo,
él regresaba a son bureau, como decía,
no sin antes advertirme con una pata en mi hombro
«ten cuidado, hijo mío, con el París nocturno».

Lo extraño mucho verdaderamente,
sus ojos se llenaban a veces de desierto
pero sabía callar como un hermano
cuando emocionado, emocionado,
yo le hablaba de Carlitos Gardel.


Juan Gelman

árboles y más árboles se agitan o despiertan y su
frescor abunda con la sangre es tu pelo de noche
hay albricias de ti pájaros suaves y tormentas sin
fin como tu cuerpo cuando cantan los gallos
y tiemblas y
la madrugada te revuelve los rostros


Juan Gelman

los que hicieron a dios con
uno o dos hombres o
convirtieron al hombre en dios fueron
castigados con la eternidad en

cambio los que empezaron por
nombrar al miedo a la muerte aceptando
el súbito o terrible cesar
(no como furia olvido límite) y se

consideraron relativo el cuello
provisoria la espalda prestado
el costillar sí fueron
repartidos por el tiempo y la historia

diseminados en la tierra sembrados
bajo el sol cargados de soledad
o conjetura pensativos ante
los cementerios de pájaros blancos


Juan Gelman

A Vanni Blengino

de lo posible a lo probable/del
sueño a la realidad hay como
mares/platas nocturnas donde
animales de pico descarnan
formas mojadas con los jugos
del corazón/así/viajamos
del pecho al seco sol que dora
la maravilla/o existir


Juan Gelman

un viento de separados/
de besos que no nos dimos/
doblega al trigo de tu vientre/
sus azucenas con sol/

ven/
o querré no haber nacido/
trae tu agua clara/
las ramas florecerán/


un vienti di separadus/
di bezus qui no mus diéramus/
acama il trigu di tu ventre/
sus asusenas cun sol/

veni/
o querré no aver nasidu/
trayi tu agua clara/
las ramas floreserán/

 

mira esto:
soy un niño roto/
tiemblo en la noche
que cae de mí/


mira istu:
soy un niniu rompidu/
timblu mía nochi
qui cayi di mí/


Juan Gelman

Solo de ti, lleno de ti,
esta tarde a las 7,
el ciudadano de tu ausencia
se palpaba la cara, la voz, los papelitos,
deveras comprobando
que tus ruidos andaban por sus huesos
y en general te habías ido.
Golpeó puertas, teléfonos.
La gran ciudad estaba equivocada sin tu pelo, señora,
y él sentía tirones detrás del corazón.

A lo mejor era el tabaco,
de todos modos yo soy otro:
un pedazo de ti,
alguien a quien castigan puertas, ruidos, teléfonos,
y, andá a saber por qué,
toda la parentela de la muerte.


Juan Gelman

Se llamaba María todo el tiempo de sus 17 años,
era capaz de tener alma y sonreír con pajaritos,
pero lo importante fue que en la valija le encontraron
un niño muerto de tres días envuelto en diarios de lacasa.

Qué manera era esa de pecar de pecar,
decían las señoras acostumbradas a la discreción
y en señal de horror levantaban las cejas
con un breve vuelo no desprovisto de encanto.

Los señores meditaron rápidamente sobre los peligros
de la prostitución o de la falta de prostitución,
rememoraban sus hazañas con chiruzas diversas
y decían severos: desde luego querida.

En la comisaría fueron decentes con ella,
sólo la manosearon de sargento para arriba,
pero María se ocupaba de soñar,
los pajaritos se le despintaron bajo la lluvia de lágrimas.

Había mucha gente desagradada con María
por su manera de empaquetar los resultados del amor
y opinaban que la cárcel le devolvería la decencia
o por lo menos francamente la haría menos bruta.

Aquella noche las señoras y señores se perfumaban
con ardor
pero el niño que decía la verdad,
por el niño que era puro,
por el que era tierno,
por el bueno, en fin,
por todos los niños muertos que cargaban en las valijas
del alma
y empezaron a heder súbitamente
mientras la gran ciudad cerraba sus ventanas.


Juan Gelman

en la noche importante
orino bebo tengo huesos
manos atadas como perros
labios razas oscuras

como desastres como escombros
¿los arrastran tus pies?

¿o en qué violenta dulce
contracción de tu olvido
paso yo deseado

acariciado
destruido
por tus muslos sin ojos?


Juan Gelman

el pobre butch butchanam pasó sus años últimos
cuidando a una tórtola ciega y sin querer ver a nadie
en solidaridad con el pájaro al que amaba y cuidaba
y a veces aleteaba en su hombro dejando caer
un dulce sonido a naranjos azules girando por el cielo
a demonios de pie sobre un ratón
a monos de piedra sorprendidos en el acto de hacer

«oh tórtola» decía butch butchanam. «amas la ceguera
y yo convertí mi corazón en ceguera
para que vueles alrededor de él y te quedes»
pero lo que debe desaparecer
todo lo que se masca come chupa bebe o saborea,
venía con el crepúsculo y tristeza para butch
tristeza para butch.

el cual:
soñaba con el desierto sembrado de calaveras de vaca
los castillos de arena instantánea o polvo rápidamente
quieto en tierra
los oleajes (como de serpiente) del tiempo en Melody
Spring
y los antepasados que ya no conocían el dolor ni el dolor
de la muerte
y hablaban un idioma lento amarillo feliz
como un lazo de oro en el cuello

noches y noches soñó butch butchanam
hasta que supo que iba a morir
enfiló su cama hacia el sur y se acostó de espaldas alcielo
y dejó escrito en la tórtola que lo enterraran deespaldas
al cielo
y aquí yace de espaldas al cielo mirando todo lo que baja
y sube en Melody pueblo de miserables que:

degollaron la tórtola la asaron la comieron
y comprobaron con cristiano horror
que los miraba desde el plato
con el recuerdo de sus ojos


Juan Gelman