Su palabra queda templando
un instante sobre el agua,
un instante,
después es una lágrima.
Un instante nada más,
un instante sobre el agua.
El hombre pasa.
El sol es alto en sus pupilas
y el viento robusto
en su mirada.
¿No escuchas el incesante batir
de unas olas en su sangre?
¿El canto transitorio de las aves
surcando la memoria?
¿El reproche de unas huellas,
el antiguo rencor de sus pisadas?
El hombre pasa.
El sol se apaga
dejando un remanso de sombras
en sus labios,
y no hay sueños,
ni mundos que pueda redimir,
ni credos que lo salven.
Tan sólo hay una herida
que sangra en su costado,
y sus palabras,
lágrimas disueltas sobre el agua.
Marco Antonio Madrid