Tuve ganas de vomitar cuando recé,
y le pedí a dios un puñal,
una pistola, un látigo o perder mi carné,
y solo me dio papel albal.
Le corté en pedacitos,
Le envolví pa’ cenar,
Estuve apunto de liarla,
Y al final le tuve que asar.
Lo que más jodió fue cagarlo,
Y ver como desaparecía:
“no te alegres, bastardo,
me voy porque quiero” decía.
Otra vez al descubierto los enseres de la angustia,
Mierda pal’ que cree, piensa, o recita,
Cuando quiera avisarte de mi suicidio,
No oirás ni siquiera el crecer de una estalactita,
ni ausente,
ni presente,
ni dispersa en el ambiente.
Empezar a probar lo que no conozco,
Empezar a mirar por debajo de tu falda,
Empezar a reír sin abrir mi boca,
Empezar a velar las noches que nos quedan,
Empezar a terminar lo empezado,
Y sin preguntarles de donde eran,
Romper el pacto y lo acordado.
Pablo Ortiz Fernández