Más allá de la primera imagen
de la mirada que arrojó Dios Padre sobre estas piedras
del mármol que revienta las cuencas de los muertos
de las palabras y sílabas y nombres
que faltan por nombrar
de las sombras aún ocultas en el vacío
y los últimos pellizcos de luz que contemplan los sentenciados.
Ahí,
detrás de la lucha circular entre noches y tardes,
en algún dedo que hábil señala
la caída y renacimiento de las estrellas,
detrás del grito de las parturientas
y del equipaje del viajero que nunca se decide a partir.
Más allá, justo en el hueco
que deja el dolor,
en el límite preciso entre ruido y silencio
me descubro con mi lápida a cuestas
en franca huida del olvido.
Sonia Silva-Rosas