Alguien pasa y pregunta
por los jazmines, madre.

Y yo guardo silencio.

Las palabras no acuden
en mi ayuda, se esconden
en el fondo del pecho,
por no subir vestidas
de luto hasta mi boca,
y derramarse luego
en un río de lágrimas.

No sé si tú recuerdas
los días aún tempranos
en que ibas como un ángel
por el jardín, y dabas
a los lirios y rosas
su regalo de agua,
y las hojas marchitas
recogías en esa
tu manera tan suave
de tratar a las plantas
y a los que se acercaban
a tu amistad perfecta.

Yo sí recuerdo, madre,
tu oficio de ser tierna
y fina como el aire.

Una tarde un poeta
recibió de tus manos
un jazmín que cortaste
para él. Con asombro
te miró largamente
y se llevó a los labios,
reverente, la flor.

Se me quedó en la frente
aquel momento, digo
la frente cuando debo
decir el corazón.

Y se me va llenando
de nostalgia la vida,
como un vaso colmado
de un lento vino pálido,
si alguien pasa y pregunta
por los jazmines, madre.

Meira Delmar

Mis ojos niños vieron
—ha mucho tiempo— alzarse
hasta la nube un vuelo
de sucesivos verdes
que el aire en torno
          embalsamaban
con tranquila insistencia.

El silencio se oía como una
música suspendida de repente,
y en mi pecho crecía
el asombro.

La voz del padre, entonces,
inclinóse a mi oído
para decirme, quedo:
“Son los cedros del Líbano
hija mía.
Mil años hace, acaso
mil más, que medran
a las plantas de Dios.
Guarda su imagen
en la frente y la sangre.
Nunca olvides
que miraste de cerca
la Belleza”.

Y desde aquella hora
tan lejana,
algo en mí se renueva
         y estremece
cuando topo en las hojas
         de algún libro
su memoriosa estampa.

Meira Delmar

No es el tiempo
el que pasa.
                    Eres tú
que te alejas
                    apresuradamente
hacia la sombra,
y vas dejando caer,
como el que se despoja
de sus bienes,
todo aquello que amaste,
las horas
que te hicieron la dicha,
amigos
en quienes hubo un día
refugio tu tristeza,
sueños
inacabados.
Al final, casi
vacías las manos,
te preguntas
en qué momento
se te fue la vida,
se te sigue yendo,
como u hilo de agua
entre los dedos.

Meira Delmar

    1.

Blancos pañuelos,
cuatro gaviotas dicen
adiós al cielo.

    2.

A ver la aurora,
por la escala del canto
sube la alondra.

    3.

A ras del suelo,
las palomas aplauden
y alzan el vuelo.

    4.

La golondrina
deja caer al agua
su sombra fina.

    5.

Quillas al viento,
zarpan los alcatraces
del viejo puerto.

    6.

Desde su jaula,
el sinsonte sin aire
su pena canta.

    7.

El colibrí
de salto en salto irisa
todo el jardín.

    8.

De nieve y nácar,
por el azul intacto
huye una garza.

    9.

Dentro del bosque
Afinan sus dulzainas
los ruiseñores.

    10.

La tortolita
a mi ventana llega
desde la Umbría.

Meira Delmar

    1.

White handkerchiefs
four seagulls say
goodbye to the sky.

    2.

To see the dawn
by the scale of the song
the lark ascends.

    3.

On the ground
the doves applaud
and fly away.

    4.

The swallow
lets fall on the water
its fine shadow.

    5.

Keels in the wind,
the pelicans set sail
in the old port.

    6.

In its cage,
the airless mockingbird
sings its sorrows.

    7.

The humming bird
from one jump to another
makes the whole garden iridiscent.

    8.

From snow and mother-of-pearl
through the intact blue
the heron flees.

    9.

In the wood
the nightingales
tune their flageolets.

    10.

The turtledove
comes to my window
from Umbria.

Meira Delmar
Translated by Nicolás Suescún

Cuánto te quise, amor, cuánto te quiero,
más allá de la vida y de la muerte.
Y aunque ya nunca más he de tenerte,
eres de cuanto es mío lo primero.

Más que el sol del estío, verdadero,
tu recuerdo mitiga, por mi suerte,
la sombra que me ciñe, y se convierte
en la luz que ilumina mi sendero.

Nada ni nadie desterrar haría
de mi frente aquel tiempo jubiloso
en que eterna la dicha parecía.

Contra el olvido y su tenaz acoso
defenderá por siempre y a porfía
su condición de escudo milagroso.

Meira Delmar

Pienso en ti.

La tarde,
no es una tarde más;
es el recuerdo
de aquella otra, azul,
en que se hizo
el amor en nosotros
como un día
la luz en las tinieblas.

Y fue entonces más clara
la estrella, el perfume
del jazmín más cercano,
menos
punzantes las espinas.

Ahora,
al evocarla creo
haber sido testigo
de un milagro.

Meira Delmar

Vuelvo a tenerte, amor,
como si nunca
te me hubieras ido.

Tus manos me recorren
el rostro suavemente,
y te oigo la voz en un
                susurro
que me roza el oído.

Vuelvo a tenerte
y pienso en el perfume
que de nuevo me hiere
aunque el jazmín no exista.

Meira Delmar

Un breve instante se cruzaron
tu mirada y la mía.

Y supe de repente
—no sé si tú también—
que en un tiempo
sin años ni relojes,
otro tiempo,
tus ojos y mis ojos
se habían encontrado,
y esto de ahora
no era más que un eco,
la ola que regresa,
atravesando mares,
hasta la antigua orilla.

Meira Delmar

Digo tu nombre, mar, tu nombre ardido
de soles y de júbilo creciente,
y el corazón enamorado siente
más clara la presencia del latido.

Velero que navega repetido
por los quietos espejos de la frente,
regresa tu paisaje lentamente
como si retornara del olvido.

Y surge tu comarca marinera
con una trashumante primavera
de espumas en la mano de cristal.

Y tu voz de colores, y tu alada
corona de blancura trabajada
en gaviotas y pétalos de sal.

Meira Delmar