Pasó, padre, a aumentar el entendernos
el número de cosas imposibles;
ahora no estás, o estás en invisibles
regiones donde no podemos vernos.
Y sé que me querías, y yo te amaba
tanto a ti, pese a las desavenencias,
y al hondo divergir de tus creencias
con las que a mí mi tiempo me dictaba.
Ahora no estás; como siempre, la vida
se mostró avara, la muerte, temprana,
y te fuiste, y ya nunca nos veremos;
pero soy tú; la abrupta interrumpida
conversación prosigue; una mañana,
tarde o temprano, nos entenderemos,
y los dos, padre ausente, lo sabemos.
Elías F. Gómez García