Cuán extraño tu caballo
con su dorada cadena,
es blanco como el armiño
y de crin y cola negras.
Las ninfas que lo trenzaron
con sus manitas de seda
al vagar en los arroyos
casi siempre lo recuerdan.
Me sabe a cielo nublado,
me sabe a llovizna en huerta,
me sabe a besos tranquilos
y a paz en aldea serena.
Almirantes se perdieron
en la mitad de la sierra,
eso al Jefe de Marina
y a los barcos desconcierta.
Obispos fueron al polo
para incitar una huelga
y más de nueve naciones
ganaron la independencia;
eso, todos lo supieron,
eso, todos lo recuerdan,
y a tu caballo, olvidado,
dejaron entre la niebla.
Cuán extraño se comporta
ese caballo, Daniela,
lleva en sus ojos, océanos
y barcos llenos de velas,
en su grupa delicada
suave como luz de estrellas
con la terquedad de siempre
germinan las crisantemas.
¡Ese caballo, de todos!
¡Te vino a gustar! Daniela.
Su galope en el desvelo
de la noche se congela,
armatoste de romano
que llega hasta las estrellas.
¡Un viento septentrional
tiene menos frío en sus venas!
Su piel es como la tundra
donde el álce pasta y tiembla.
¿Yo no sé por qué utilizo
para hablarle tantas lenguas?
si el cristal de su relincho
se pierde en la concurrencia.
Y llegan las damajuanas
como ratas a bodegas
a llevarse lo que pueden
sin pagar antiguas deudas.
Y se olvidan del caballo
y recuerdan cosas viejas
y yo me dirijo al río
para llorar en las piedras.
Ese caballo nocturno
en los tiempos de princesas
tiró la carroza de oro
donde escapó Cenicienta,
es un manicomio triste
donde a muy pocos internan
por temor al «nomeolvides»
que viene de la frontera.
Su respiro me parece
posada semi-desierta
con ruido al anochecer
de los clientes que ahí cenan.
¡Trivialidades nocturnas
bajo una luz casi muerta!
¡Cansancio de mil rosarios
en voz aburrida y queda.!
Las baldosas de la calle
son paladar sobre lengua
que lleva ruidos de cascos
hasta las casas desiertas.
Escucho un ruido lejano
que se enreda en las placentas.
¡Sinfonía de herraduras
de quioscos y alegres fiestas!
sonidos de caravana
que trae la carretera,
para llenar de pregones
nuestra aldea somnolienta;
«¡Vendo dulces de biznaga!»
«!Turrón de azúcar morena!»
«¡Déle un pelotazo al negro!»
«¡Vengan todos a la feria!»
Anuncios que el aire lleva
prendidos en la montera
mientras busco tu caballo
¡para salvarlo, Daniela!
Tengo sueños recurrentes
donde una cansada vieja
llega y me brinda consejos
hablándome en forma queda.
Luego; sueño librerías,
amigos, plazas y huertas,
verdes lomas y montañas
y lloviznas mañaneras,
tambien sueño tu caballo
caminando entre las ceibas
casi flotando en el aire
como aquellas voces nuestras.
¡Por eso adoraba tanto,
ese caballo, Daniela!
Ambos lo vimos llegar
un día de primavera
con piel blanca de unicornio
y con ojos de poeta,
por él, te perdí una tarde,
a la hora de la siesta,
entre chirridos de hamacas
y entre ronquidos de ideas,
y te seguiré perdiendo
porque ya unas lenguas cuentan
que se fue la resonancia
y vibración de tus cuerdas.
Yo sé que luchas y pierdes
cuando llegan las tinieblas
y que poco a poco tu alma
se va quedando más seca.
¡Deberías pensar en ello!
¡Deberías estar trémula!
y no soltarle al caballo
pródigamente la rienda.
Humberto C. Garza