Apenas veintitantos años
y una botella a punto de morir
allí donde los sueños
son fáciles de conseguir,
y una mujer que temblaba
sus miedos en la almohada
rojo de envidia Humphrey Bogart
se refugiaba en Casablanca.
Amanecíamos sentados en un bar
viajando a países increíbles,
viejos muelles de algún mar
en busca de imposibles,
sabíamos de todos los asuntos
incluso de política internacional
y aquellos que por oscuros
nunca conviene revelar…
Y quizás por culpa de la cerveza
un serio estado de felicidad
se nos subía a la cabeza
rayando la imbecilidad,
pero que se puede hacer
con tanto mundo a nuestros pies
heridas que no llegaban a llanto
y sobre todo nada que perder.
La vida fue poniendo desatinos
las cosas cambiaron de lugar
y muchas veces nos perdimos
las citas que esperaban en el bar,
el mundo a veces es algo extraño
nos quita aquello que nos da
Y sin querer nos hace daño:
nos paga con la soledad.
El tiempo pasó aún para nosotros
que nunca quisimos crecer
y en cada uno de los rostros
se nos dibujó un ayer
“y que grandes están tus hijos”
“y no me vas a creer”
“y a que hora te dijo
que vuelvas tu mujer”
Y mientras en el mismo bar
viajamos a países increíbles,
viejos muelles de algún mar
que dejó sus cicatrices,
y aun hablamos de esos asuntos
que requieren de nuestra autoridad
incluso aquellos que por oscuro
nunca conviene revelar…
Daniel Omar Martínez