¡Enorme y santa Rusia, la tempestad te llama!
Ya agita tus nevados cabellos, y en tus venas
la sangre de Rucico, vieja y heroica inflama…
Desde el Neva hasta el Cáucaso con tu rugido llenas

las selvas milenarias, las estepas sombrías…
—Mujik, tu arado hiere; tu hoz, mujik, hiere y mata;
como la negra tierra los pechos abrirías;
tiñéranse en tus manos las hoces de escarlata…

—Padre Zar, ese pueblo te llama padre. Tiene
callosas las rodillas y las manos callosas;
si hasta el umbral de mármol de tu palacio viene
con manos y rodillas se arrrastrará en sus losas.

—Allá lejos, muy lejos, donde el sol nace, luchan,
mujik, mujik, tus hijos, desfalllecen y mueren…
—Padre Zar, los esclavos tu sacra voz no escuchan
aunque las rojas lenguas del knut sus flancos hieren.

—Mujik, en tus entrañas el hambre ruge…
                                                      —El cielo,
señor, te dio su vida…
                               —Mujik, cuando las fieras
sienten el hambre, aguzan sus garras en hielo.
Tú… ¡que el pastor te entregue la cervatilla esperas!

—Padre Zar, los gusanos quieren ser hombres. Miran
de frente al sol. Te miran de frente… ¿Qué malignos
genios sus tentaciones de rebelión inspiran
cuando son de tu misma misericordia indignos?

—Llenas están de sangre las lúgubres prisiones,
llenos están de aullidos los hondos subterráneos…
De la vida y la muerte, tú como Dios, dispones;
¡ya saben el camino las hachas de los cráneos!

—Mujik, las muchedumbres que tu señor domina,
que tiemblan si al mirarlas sus ojos centellean,
van del brumoso Báltico a la apartada China
y las naciones todas a sus pies serpentean.

¡Ay, si de cada pecho brotara un solo grito!
¡Si un solo golpe diera cada afrentada mano,
su empuje arrancaría la mole de granito,
como el de los millones de gotas del oceano!

¡Enorme y santa Rusia! De tu dolor sagrado
como de un nuevo Gólgota, fe y esperanza llueve…
La hoguera que consuma los restos del pasado
saldrá de las entrañas del país de la nieve.

El pueblo con la planta del déspota en la nuca,
muerde la tierra esclava con sus rabiosos dientes
¡y tíñese entretanto la sociedad caduca
con el sangriento rojo de todos los ponientes!

Ricardo Jaimes Freyre

La rosa temblorosa
se desprendió del tallo,
y la arrastró la brisa
sobre las aguas turbias del pantano.

Una onda fugitiva
le abrió su seno amargo
y estrechando a la rosa temblorosa
la deshizo en sus brazos.

Flotaron sobre el agua
las hojas como miembros mutilados
y confundidas con el lodo negro
negras, aún mas que el lodo, se tornaron,

pero en las noches puras y serenas
se sentía vagar en el espacio
un leve olor de rosa
sobre las aguas turbias del pantano.

Ricardo Jaimes Freyre

Lluvia de azahares
sobre un rostro níveo.
Lluvia de azahares
frescos de rocío,
que dicen historias
de amores y nidos.
Lluvia de azahares
sobre un blanco lirio
y un alma que tiene
candidez de armiño.

Con alegres risas
Eros ha traído
una cesta llena
de rosas y mirtos,
y las dulces Gracias
—amoroso símbolo—
lluvia de azahares
para un blanco lirio.

Ricardo Jaimes Freyre