Se inaugura la mañana
el ruido de los aviones,
el choque, la explosión,
el humo, las sirenas…
¡Nueva York en llamas.
Nueva York herida de muerte!
Llegan los asalariados del terror
truncando destinos y rompiendo sueños.
Aquí termina la subasta de poderes
la fortaleza de las estructuras.
De Nueva York, mi ciudad, yo quiero hablarles
y de un país con todos sus colores marchitados
de esta tristeza que penetra hasta los huesos
y hace llorar hasta las piedras.
Ninguna distancia nos separa
estoy al pie mirando aquellas torres
estoy arriba midiendo aquel abismo…
Me persiguen los cuerpos cayendo en el vacío
en desgarrado esfuerzo por salvarse
del fuego final que los sofoca.
Mío este día partido por lamentos
mía la herida abierta del terror
esa tierra que vuela
ese aire que quema
esa agua sólida de sangre
mío ese fuego purificador.
Se hace trizas mi lengua
y conjura esta larga pesadilla
en los zapatos aún con barro fresco
corremos, marcamos números de teléfono,
esperamos la más trágica noticia
en esta exhibición de cementerio…
Todo lo cubren escombros y cenizas
en esta atmósfera triste de septiembre
volvemos a casa, ansiando compartir en paz la mesa
no encontramos más los pensamientos
pero nos abrimos paso buscando un nuevo día
cuando la palabra viva NO sea guerra,
NO sea llanto.
Consuelo Hernández