Tú me levantas, tierra de Castilla,
en la rugosa palma de tu mano,
al cielo que te enciende y te refresca,
        al cielo, tu amo,

  Tierra nervuda, enjuta, despejada,
madre de corazones y de brazos,
toma el presente en ti viejos colores
        del noble antaño.

  Con la pradera cóncava del cielo
lindan en torno tus desnudos campos,
tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro
        y en ti santuario.

  Es todo cima tu extensión redonda
y en ti me siento al cielo levantado,
aire de cumbre es el que se respira
        aquí, en tuspáramos.

  ¡Ara gigante, tierra castellana,
a ese tu aire soltaré mis cantos,
si te son dignos bajarán al mundo
        desde lo alto!

Miguel de Unamuno

I want to live alone
—said Pepe—
to stop them combing and washing me,
and Marita on hearing this:
Alone? After a while you’ll get lost
and then cry.

Thus spoke the children
and, thought I, their father:
one that lives alone
gets lost, cries alone and no-one hears them;
and alone: who doesn’t live alone?
Alone we live all,
each one in their own self,
solitude, nothing more, is our life;
we all go forth lost and weeping;
no-one hears us.

Miguel de Unamuno
Translated by Paul Adkin

La quietud sujetó con recia mano
al pobre perro inquieto,
y para siempre
fiel se acostó en su madre
piadosa tierra.
Sus ojos mansos
no clavará en los míos
con la tristeza de faltarle el habla;
no lamerá mi mano,
ni en mi regazo su cabeza fina
reposará.
Y ahora ¿en qué sueñas?
¿Dónde se fue tu espíritu bestia,
y encima de los cielos
te pasees brincando al lado mío?

¡El otro mundo!
¡Otro… otro y no éste!

Un mundo sin el perro,
sin las montañas blandas,
sin los serenos ríos
a que flanqueen los serenos árboles,
sin pájaros ni flores,
sin perros, sin caballos,
sin bueyes que aran…
¡El otro mundo!
¡Mundo de los espíritus!
Pero ¿ allí no tendremos
en torno de nuestra alma
las almas de las cosas de que vive,
el alma de los campos,
las almas de las rocas,
las almas de los árboles y ríos,
las de las bestias?
Allá, en el otro mundo,
tu alma, pobre perro,
¿no habrá de recostar en mi regazo
espiritual su espiritual cabeza?
La lengua de tu alma, pobre amigo,
¿no lamerá la mano de mi alma?

¡El otro mundo…!
¡Otro… y no éste!

Oh, ya no volverás, mi pobre perro,
a sumergir tus ojos
en los ojos que fueron tu mandato;
ve, la tierra arranca
de quien fue tu ideal, tu dios, tu gloria.
Pero él, tu triste amo,
¿te tendrá en la otra vida?
¡El otro mundo…!
¡El otro mundo es el del puro espíritu!
¡Del espíritu puro!
¡Oh terrible pureza,
inanidad, vacío!
¿No volveré a encontrarte, manso amigo?
¿Serás allí un recuerdo,
recuerdo puro?
Y este recuerdo.
¿no correrá a mis ojos?
¿No saltará blandiendo en alegría,
ehhiesto el rabo?
¿No lamerá la mano de mi espíritu?
¿No mirará a mis ojos?
Ese recuerdo,
¿no serás tú, tú mismo,
dueño de ti, viviendo vida eterna?
Tus sueños, ¿qué se hicieron?
¿Qué la piedad con que leal seguiste
de mi voz el mandato?
Yo fui tu religión, yo fui tu gloria;
a Dios en mí soñaste;
mis ojos fueron para ti ventana
del otro mundo.
Si supieras, mi perro,
qué triste está tu dios porque te has muerto.
¡También tu dios se morirá algún día!
Moriste con tus ojos
en mis ojos clavados,
tal vez buscando en estos el misterio
que te envolvía.
Y tus pupilas tristes
a espiar avezadas mis deseos,
preguntar parecían:

¿A dónde vamos, mi amo?
¿A dónde vamos?

El vivir con el hombre, pobre bestia,
te ha dado acaso un anhelar oscuro
que el lobo no conoce;
tal vez cuando acostabas la cabeza
en mi regazo
¡vagamente soñabas en ser hombre
después de muerto!
¡Ser hombre, pobre bestia!
Mira, mi pobre amigo,
mi fiel creyente;
al ver morir tus ojos que me miran,
al ver cristalizarse tu mirada,
antes fluida,
yo también te pregunto: ¿A dónde vamos?
¡Ser hombre, pobre perro!
¡Mira, tu hermano,
es ese otro pobre perro,
junto a la tumba de su dios tendido,
aullando a los cielos,
llama a la muerte!
Tú has muerto en mansedumbre,
tú con dulzura,
entregándote a mí en la suprema
sumisión de la vida;
pero él, el que gime
junto a la tumba de su dios, de su amo
ni morir sabe.
Tú al morir presentías vagamente
vivir en mi memoria,
no morirte del todo,
pero tu pobre hermano
se ve ya muerto en vida,
se ve perdido
y aúlla al cielo suplicando muerte.
Descansa en paz, mi pobre compañero,
descansa en paz; más triste
la suerte de tu dios que no la tuya.
Los dioses lloran cuando muere el perro
que les lamió las manos,
que les miró a los ojos,
y al mirarlos así les preguntaba:
¿A dónde vamos?

Miguel de Unamuno

The stillness clutched,  with robust hand,
the poor restless dog,
and forever
faithful it lay to rest in its motherly
pious land.
Its gentle eyes
will not fix themselves on mine
with mute sadness;
will not lick my hand
nor in my lap will its slender head
repose.
And now: of what do you dream?
Where has your submissive spirit gone?
Is there no other world
in which you will revive, my poor beast,
and above the heavens
I’ll walk you trotting by my side?

The other world!
Other… other and not this!

A world without the dog,
no soft mountains,
no serene rivers
flanked by the serene trees,
no birds or flowers,
no dogs, or horses,
no oxen that plough…
The other world!
World of the spirits!
But, there,  we will not have
the souls of the living things
around our soul,
the soul of the fields,
the souls of the rocks,
the souls of the trees and the rivers,
of the beasts?
Over there, in the other world,
your soul, poor dog.
Will it not have to repose its spiritual head
in my spiritual lap?
The tongue of your soul, poor friend,
will it not lick the hand of my soul?

The other world… !
Other… and not this!

Oh, you will never be back, my poor dog,
to submerge your eyes
in the eyes that were your mandate;
see, the land rips you up
from he who was your ideal, your god, your glory.
But he, your sad lord,
will he have you in the other life?
The other world…?
The other world is the one of pure spirit!
Of the pure spirit!
Oh, terrible purity,
inanity, empty!
Will I never see you again, gentle friend?
There, will you be a memory,
pure memory?
And this memory:
will it not run before my eyes?
Will it not leap, yielding unto happiness,
pricking up the tail?
Will it not lick the hand of my spirit?
Will it not gaze into my eyes?
This memory:
will you not be you, you yourself,
lord of yourself, living eternal life?
Your dreams: what were they made of?
What of the piety with which you followed loyally
the mandate of my voice?
I was your religion, I was your glory;
you dreamed of God in me;
my eyes were a window for you
from the other world.
If you knew, my dog,
how sad your god is because you have died.
Your god will also die one day!
You died with your eyes
on my eyes fixed,
perhaps searching in these eyes for the mystery
that enshrouded you.
And your pupils, sad
to spy my induring desires,
seemed to ask:

Where are we going my lord?
Where are we going?

Life with man, poor beast,
has given you perhaps a dark longing
that the wolf knows not;
perhaps when you lay the head
in my lap
you vaguely dreamed of being a man
after death!
To be man, poor beast!
Look, my poor friend,
my faithful believer;
to see your eyes that watch me die,
to see your gaze crystallising,
once fluid,
I also ask you: Where are we going?
To be man, poor dog!
Look, your brother
is this other poor dog,
spread eagled by the tomb of your god,
howling at the heavens,
calls on death!
You have died in gentleness,
you with sweetness,
giving yourself up to me in the supreme
submission of life;
but he, he who whimpers
alongside the tomb of his god, of his lord,
neither dying knows.
You, on dying, vaguely sensed
life in my memory,
to not die completely,
but your poor brother
is seen as already dead in life,
is seen to be lost
and howls at the sky begging for death.
Rest in peace, my poor comrade,
rest in peace; sadder
the fortune of your god that is not yours.
The gods weep,
the gods weep when the dog dies
that licked their hands,
that watched their eyes,
and on seeing them thus asked:
Where are we going?

Miguel de Unamuno
Translated by Paul Adkin