Por una espesa y honda
avenida de árboles que unen
en lo alto su copa y pesadumbre
el sueño avanza.
                       Abre sus grandes alas,
sus poderosos brazos
de lenta sombra y noche grande: cierra
contra todo horizonte.
   En el centro del aire
cabecea un navío,
rodeado de enormes
territorios de sueño.
   El sueño avanza: pone
su silenciosa planta
en el umbral de nuestra
transitoria vigilia.
   Acaricia y golpea,
llama con voz suave
y entra como un río
de seguro poder.
                       El sueño halaga,
porfía y nos rodea,
hasta que al fin caemos
en su seno girando
como plumas, girando
interminablemente.
   Ésta es la inerme paz, la sosegada
mentira de la sombra.
El sueño multiplica
su rostro en un espejo
sin fin: vértigo quieto, inmóvil
torbellino.
             ¡Gritad! Pero no; el grito
es también sueño. Ahora su dominio.
Potestad de la noche.

José Ángel Valente

   El cántaro que tiene la suprema
realidad de la forma,
creado de la tierra
para que el ojo pueda
contemplar la frescura.
   El cántaro que existe conteniendo,
hueco de contener se quebraría
inánime. Su forma
existe solo así,
sonora y respirada.
                          El hondo cántaro
de clara curvatura,
bella y servil:
el cántaro y el canto.

José Ángel Valente