Querida amiga.
Si no somos dioses
nada es suficiente,
nada es amable,
y entonces convendrás conmigo
en que es inútil sonreír,
y, a pesar de ello,
sonrío y amo y peleo cada segundo
como un boxeador borracho.
Querida,
querida amiga,
cuándo nos volveremos encontrar
en la galería de los signos,
cuándo aprenderemos a amarnos
sin nada más que el vaho de una respiración
en el invierno de la pregunta.

José Elgarresta